El último viaje del Club, organizado por Viajes Kontiki, tenía previsto conocer Rumanía y sus grandes joyas. Así, el 28 de abril, en plena celebración del Domingo de Ramos en la Iglesia Ortodoxa se iniciaba este itinerario.
Desde Palma, pasando por Viena, el grupo llegó y se acomodó en el hotel programado en Bucarest. Con ganas de disfrutar cada minuto, la primera cena se dio en el centro de la ciudad, donde la gastronomía rumana fue la protagonista. Al día siguiente, ya más descansados del viaje, Bucarest les esperaba y, en un recorrido panorámico por sus calles, llegaron al palacio del Parlamento Rumano, símbolo de los delirios de grandeza del dictador Nicolae Ceaucescu y edificio de proporciones gigantescas.
Mugur Julián Neagu fue el guía encargado de transmitir toda la historia y cultura del país a los suscriptores; junto a él, desde Viajes Kontiki, la agencia organizadora, estuvo Lali Sunyer, «experimentada guía, exploradora inagotable y enamorada de la región», quien también impregnó cada ruta de detalladas explicaciones. Además, contaban con Doru, el habilidoso conductor del autocar capaz de recorrer más de 1.500 km durante todo el viaje y atravesar los Cárpatos rumanos por diferentes pasos del país.
Tras Bucarest, llegaba el turno de la popular Transilvania. La genialidad creada por Bram Stoker mantendrá a esta ciudad siempre ligada a la literatura universal, pero Drácula no es, ni mucho menos, el único atractivo. Transilvania ofrece lugares míticos como Sibiu, elegida Capital Europea de la Cultura en 2007 y cuyo casco viejo «respira orden y sigilo; en especial sus tejados, que alzan discretos ventanales similares a ojos que observan al paseante sin perder detalle. Su plaza central albergaba, en esta época del año, una feria medieval, juegos infantiles y decoración de coloridos huevos de Pascua», describe Caterina Noguera, directora de Fidelización del Club, con notable nostalgia. Y es que ella también acompañó al grupo en esta ocasión. Otro de los lugares visitados fue Sighisoara, Patrimonio de la Humanidad y de enorme belleza. Para recorrer esta ciudad Viajes Kontiki «nos regaló una inesperada sorpresa en forma de trenecito con el que recorrimos las calles medievales y el lugar de nacimiento de Vlad Dracul o Vlad el Empalador, origen del mito popular de Drácula», explica la directora.
El miércoles 1 de mayo el viaje continuaba por la región de Bucovina, visitando los monasterios pintados de Sucevita y Voronet. Estos muestran frescos únicos de estilo bizantino de los siglos XV y XVI tanto en el exterior como en sus paredes interiores. Declarados Patrimonio de la Humanidad, y en excelente estado de conservación, el más destacado, el monasterio de Voronet, recibe el sobrenombre de la ‘Capilla Sixtina del Este’.
Por su parte, el jueves, era el turno de Brasov. Sus callejuelas rodean la denominada Iglesia Negra -nombre recibido por el devastador incendio que sufrió la ciudad en 1689- y están repletas de bares, terrazas y tiendas de artículos tradicionales rumanos; en ellas, los suscriptores pudieron mezclarse con las gentes, la gastronomía y la cultura de la región, disfrutando de las sensaciones del viaje.
A un día de acabar el periplo, poco se había hablado de Drácula y, claro está, es uno de los atractivos más famosos de Rumanía, por eso estaba organizada la ‘ruta de los castillos’. En primer lugar, el Castillo de Bran, conocido popularmente como Castillo de Drácula, a pesar de que este personaje literario nunca vivió allí. Esta mansión medieval está situada en lo alto de una roca de 200 metros de altura y fue alojamiento de la reina María de Rumanía y su hija. A continuación, el Castillo de Peles, en la bella localidad de Sinaia, muestra escaleras, salas y salones ricos en ornamentación cuyo interés del rey Carol durante su construcción, en 1873, fue el de deslumbrar a la realeza europea. El día concluyó con otra sorpresa de Viajes Kontiki, «que nos llevó hasta el conocido restaurante ‘Caru cu Bere’, un local muy animado en el que degustamos los platos más tradicionales de la gastronomía rumana: mici cu cartofi prajiti (salchichas elaboradas sin piel y servidas con patatas fritas) y papanasi, un postre contundente elaborado a partir de una masa frita y servido con smantana, una variedad de nata ligeramente ácida, y frutos del bosque.
El sábado regreso a ‘sa roqueta’, con escala en Viena. El viaje fue sin duda un acierto porque, además de descubrir la región, las sorpresas, la gastronomía, el tiempo y la buena cohesión de grupo redondearon un viaje perfecto, digno de recordar.